Atravesadas las pestañas por onomatopeyas. Asombrado por voces que hablan, por bocas que callan. Por lo mismo de siempre y por absolutamente nada. Por el paisaje que invade la mañana, salpicando el horizonte con su baba.
La sombra sigue ahí. Como un órgano inmune que ni muta ni muda, ni degenera ni cambia. Reptando, siempre viscosa, repleta de noches y siluetas encerradas.
Por ahora, que griten. Que las canciones nunca bastan. Que los ojos busquen entre líneas el origen de la página. El rastro de la vida en la radiografía. La conciencia debajo de la almohada.