Acta de fe

Llega pues la hora del sacrificio, anunciada por el engaño escurridizo, la escalada milimétrica del escalofrío. (Se anticipaba al movimiento. A respirar de ese aliento para convertirse en cómplice del otro. Tal vez, en su motivo). La piel deja de serlo. Se renueva el tacto a medida que el juego entre luz y sombra dibuja nuevos escenarios, otras posibilidades y sutilidades tan calmas como nocturnas.

(El sabor del instante se hace agrio ante la certeza del transcurso. Siempre anticipado).

Se convive con ese miedo a la final apresurado, al puro silencio manchado de nuevo por esa sombra que por motivos acaso siniestros nos hemos impuesto.

Somos, pues, inacabados.

Pero esta noche mi camuflaje huele a desnudez. (Me puedo ser infiel para recrear el artificio). Y me entrego entonces al recorrido manso y traicionero del reconocimiento. Para ser más que el acto de fe.

Algo más que ese reflejo.