Saturday, October 06, 2007

SS STAR

Se le escapaba a la muerte manteniendo los ojos abiertos. Bien abiertos. Mirando fijo a un punto cualquiera sobre el suelo, sobre el cielo, sobre cualquier eventual lienzo que sirviera como telaraña para enredar los pensamientos que se precipitaban, sin piedad, sobre su cuerpo. Sobre un hombre demasiado hermoso como para soportar su peso. Entonces se entregaba al silencio. Para buscar la palabra exacta y así poder domar la turbulencia con la lengua. Porque, como él mismo lo decía, si la vida no se agarra con palabras, tendré que hacerme poeta. Entonces masticaba angustia y caminaba. Describiendo la belleza del incendio y la nobleza de la mierda. Eligiendo la sílaba definitiva, el verbo perfecto. Marcando, con la cadencia de sus pasos, la ortografía de la decadencia.

Su amigo esperaba el fin del mundo con las manos en los bolsillos y un cigarrillo entre los labios. Aguardando el estallido con los sentidos aguzados por varias noches en vela. Pero no una vela amarga. Más bien, por un lúcido insomnio que se repetía, cuadro a cuadro, entre canciones, imágenes y páginas. Infinitos alimentos para un alma que se masturbaba sin dar un peso por la carne que la sostenía. Que se cansaba. Que no le importaba mucho porque no le importaba nada. Porque el tiempo pasa y la historia, igual, hace de los hombres su carnada.

Entonces juntos deambulaban, perdiéndose a propósito entre calles y avenidas para luego perderse de nuevo en el camino de vuelta a casa.

Porque igual la puerta está cerrada.

Y nosotros muy cansados como para abrirla a punta de patadas.

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